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La integridad como valor
Hablar de liderazgo hoy es casi como hablar del tiempo. Todo el mundo habla de liderazgo. Y puestos a hacerlo mi entrada de hoy la quiero dedicar al modelo de liderazgo que, a mi juicio, es el más sólido. Es el liderazgo íntegro.
Decimos que una persona es íntegra cuando vemos un alineamiento entre lo que piensa, dice y hace.
Y esta forma de actuar de las personas (y empresas) nos produce una enorme confianza.
En la otra parte se encuentra la hipocresía que representa la falta de autenticidad que vemos en muchos líderes. Liderar para la galería o para que lo vea tu jefe ya no cuela.
Y no hablo aquí de los distintos estilos de liderar. Una persona puede adoptar diferentes metodologías para gestionar a su equipo.
Hablo de de la persona.
Persona íntegra, líder íntegro.
Así es como lo veo yo.
Me resulta difícil ser dos personas distintas. Y cuando hablamos de integridad no quiero trasladar una sensación de perfección. Todo lo contrario. La integridad como valor nos dice que somos lo que se ve. Somos genuinos o no lo somos. Da igual que puedas cometer errores, da igual tu inexperiencia, da igual que trabajes para una compañía del Ibex ó para una pequeña empresa en un pueblo.
Por eso no quiero separar la persona del rol. Si te comportas en tu vida con integridad, es muy probable que en tu trabajo también lo hagas. Y viceversa.
Recuerdo una conversación hace ya varios años con la que por aquel entonces era mi esposa. Y era a propósito de nuestra hija Lidia.
Mi hija siempre ha sacado unas calificaciones entre suficientes y notables. Yo, por el contrario, cuando tenía su edad siempre aprobaba por los pelos. Yo era de la ley del mínimo esfuerzo. Estudiaba a última hora para aprobar.
En un momento, mi hija obtuvo una calificación baja y mi ex esposa me recriminaba que era blando con ella. Pero, conforme a mis valores, ¿qué podía decirle yo? Mi hija se esforzaba. No siempre daba lo mejor de ella misma pero en general era una estudiante tenaz y perseverante. Mucho mejor que yo, sin lugar a dudas. ¿Cómo iba a decirle que tenía que estudiar más? Apelé a su responsabilidad y poco más.
Ser un líder íntegro te humaniza
¿Exiges a otros lo que tú no hiciste?
¿Cómo eras tú cuando estabas en su posición? ¿Eras una persona modelo?
Y me puedes preguntar. Vale, pero yo me he dado cuenta de que ese no era el camino y cambié. Perfecto. Sólo te pido que muestres empatía y compasión por esa otra persona. Ella quizás no ha visto todavía el camino.
En mi opinión, diría que la mayor valoración que he dado a las personas con las que he trabajado ha sido siempre para aquellas que eran genuinas. Auténticas. Íntegras. Quizás sin saberlo realizaban un liderazgo íntegro. Al menos e solo que yo veía.
Imagino que si has leído algunas de mis publicaciones tanto en mi blog como en las redes, alguna vez habrás leído que hablo de las emociones.
¿Por qué tienes que aparentar ser otra persona?
Hay una emoción que aparece cuando nos encontramos con personas con una integridad escasa. ¿Sabes qué emoción es?
Es la emoción del asco.
El asco es una emoción que nos conecta con nuestros valores. Nos dice que nos apartemos de todo aquello que nos daña física o emocionalmente.
Esto se entiende muy bien cuando vemos qué hacen nuestro líderes políticos. En realidad no nos importa tanto que sean de derecha o de izquierda. Lo que más nos remueve es la falta de coherencia entre lo que dicen y lo que hacen. No son íntegros. Nos mienten. Y la mentira choca contra uno de nuestros valores principales: la sinceridad.
Pues te invito a que pienses que emociones puedes despertar en tus colaboradores cuando de forma regular ellos detecten esa falta de integridad. Decir cosas y hacer otras puede despertar en ellos cierta repugnancia o aversión a tu manera de liderarles. Y lo mismo pasa con las empresas. Hace unos días te hablaba de alinear tus valores con la cultura de tu empresa.
¿Cómo te sientes cuando tu empresa dice cosas en su web o en actos públicos pero luego te das cuenta que lo que hace difiere mucho con ese mensaje público?
Empiezas a sentir que no conectas con tu empresa. Pues eso mismo les pasa a muchísimos directivos. Han desconectado de sus colaboradores. O mejor, sus colaboradores han desconectado de ellos. Ya no ven en esa persona alguien en quien se pueda confiar. Se ha comenzado a dañar la confianza del equipo.
El liderazgo íntegro es gestionar a las personas con las que trabajas de una manera que sea coherente. Que lo que les digas coincida con tus acciones. Sí. Eso, que sea ejemplar.
Como ves, no te hablo de sus cualidades técnicas para el puesto. Esas las doy por supuestas aun siendo consciente que no siempre es así. Pero incluso cuando no lo sean, si aparece el liderazgo íntegro en esa persona, lo disculparemos. Veremos que esa persona se comporta de una manera coherente no queriendo meterse en el cuerpo de otra.
¿Qué es lo que no te gusta de ti que lo quieres esconder?
A mí me ha pasado. Eso no significa que les pase a todas las personas. Lo que sí que puedo afirmar es que en las relaciones que tengo con los clientes y cuando observo a los managers e indago al trabajar con ellos es que hay algo que se quiere esconder.
Yo me analicé y prefiero hablar de mí que de otros. Me daba cuenta que en muchas ocasiones no me mostraba de manera coherente. Me ponía una capa protectora de jefe perfecto.
¿Qué quería esconder? Pues quería esconder mi imperfección. Porque tenía una creencia del líder perfecto. «Si he llegado hasta aquí no puedo mostrar fisuras». Esa una de mis creencias limitantes.
Gracias al autonocimiento y a trabajarme mucho como persona me di cuenta de mis fortalezas y de mis áreas de mejora y me alinee con la persona que sé que soy. Claro que quería que mis colaboradores hicieran cosas que yo antes no me exigía a mí mismo. Pero lo hacía desde la integridad. Desde el ser consciente que entendía las dificultades que tenía esa persona. No desde la exigencia.
¿Quién puede llevar a cabo un liderazgo íntegro?
Pues no veo impedimentos en que cualquier persona normal con competencias de liderazgo pueda ser ese líder íntegro y genuino que sus colaboradores necesitan.
Tampoco tienes que hacer ninguna declaración de principios ni nada por el estilo.
Tienes que ser plenamente consciente de quién eres y cómo te comportas. Como líder de un equipo o de tu empresa, tus colaboradores te observan constantemente.
- ¿Están alineados tus comentarios con tus acciones?
- ¿Están alineadas tus acciones con lo que pides a los demás?
- ¿En tus relaciones sociales con los colaboradores dices cosas distintas a lo que dices en tu trabajo?
- ¿Escondes tus errores?
- ¿Sabes decir «esto no lo sé»?
Te invito a que releas estas preguntas como si lo hablaras con tu hijo o hija. ¿Qué respuestas esperarías de ellos?
Ahí tienes lo que para ti es la integridad.
La integridad es uno de los valores humanos pilares.
No nos gusta que las personas alrededor nuestro no sean auténticas y genuinas. Y da igual que tengas un rol de directivo o no.
Pero cuando tu rol sea tener que dirigir personas, mi sugerencia es que conectes con la persona que tu eres y no te pongas ni disfraces ni caretas. Más que nada porque tus colaboradores los van a detectar enseguida.
En alguna ocasión he dicho que la integridad no va de buenos o malos. Podemos estar enfrente de una persona que, por ejemplo, su forma de entender el mundo o la vida difiera mucho de la nuestra. Pero si es coherente, otorgamos crédito a esa persona. Sin embargo, no llevamos bien que nos engañen. No nos gusta que nos traten como si fuéramos tontos. Ni que subestimen nuestra inteligencia. No nos gusta estar con esas personas. Y como sé que a ti tampoco, te regalo esta entrada en mi blog para tu trabajo de reflexión y autonocimiento.
Un abrazo
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