Vaya tela con la expresión de marras. Pero es de lo más habitual encontrarme ya no sólo con este tipo de expresiones sino con que ese es el sentir de muchos managers: «mi equipo es una mierda.»
Y hoy quiero hablarte de eso. De tu equipo y de las mierdas.
Solemos utilizar la expresión de que algo es una mierda cuando bajo nuestro punto de vista, no funciona o no sirve.
Una mierda es un excremento, un deshecho.
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¿Dónde está la mierda?
Si nos ceñimos al entorno profesional, usamos a menudo “mi jefe es una mierda”, “ese departamento es una mierda”, “mi salario es una mierda”, “el horario es una mierda” o “mi equipo es una mierda”.
A veces, incluso, alguna persona, en todo un ejercicio de honestidad dice “soy una mierda de jefe”, “tomé una decisión de mierda”, “me ha salido una mierda de reunión”. Estas son las menos y tengo que decir, que son sólo a partir de éstas desde donde podemos empezar a trabajar.
Porque solo puedes trabajar desde tu mierda. ¿No lo sabías? Pues sí. Desde la posición de que los otros son la mierda, no puedes.
Ese momento en que reconoces que eres tú el que haces esas mierdeces, es el gran momento. Es el momento de hacer la foto de la mierda, de tú mierda y ver opciones.
En estos años he tenido la suerte de conocer varias empresas de muy diversos sectores.
Qué pocas veces me encuentro con directivos que digan, ayúdame a que deje de hacer el mierda con mi equipo.
Casi siempre dicen algo así:
- necesito que mejores a mi equipo
- a ver qué puedes hacer con mi equipo
- mi equipo no funciona
- mi equipo es…una mierda.
¿Qué pasa cuando piensas que tu equipo es una mierda?
Cuando tienes esos pensamientos, ¿te has parado a pensar qué consecuencias tiene?
La primera pregunta que tienes que hacerte cuando te embarguen esos pensamientos es ¿eso es verdad? ¿estoy absolutamente seguro de que eso es verdad?
Cuando te dices o piensas que tu equipo es una mierda, déjame decirte que es una opinión. No es una realidad. No es la verdad. No existe una forma empírica para comprobar eso. Es como tú lo ves. Por tanto, cuidado con lo que dices.
¿Qué fundamentos tienes para decir eso?
Es decir, en qué te basas. De dónde has extraído la información que te lleva a ese juicio destructivo.
Porque cuando emites un juicio como ese, más allá de la toxicidad que emana del mismo, lo que (quizás) no eres consciente es de lo inhabilitante que es para ti el mero hecho de decirlo o pensarlo.
¿Cómo puedes trabajar en un equipo del que tienes ese pensamiento? ¿Qué tipo de emociones te acompañarán generalmente al trabajar con tu equipo si piensas que es una mierda?
¿Crees que tus colaboradores no se dan cuenta de que sientes desprecio hacia ellos? Sí, sí, desprecio. Porque es el desprecio lo que aparece cuando alguien piensa que está trabajando con unos mierdas.
Claro, ahora, es cuando me dices que tú realmente no piensas eso y que cuando decías que tu equipo era una mierda, eres consciente que son buena gente y que hacen lo que pueden. Ya, ya. Ahora vas y lo arreglas.
Realmente esto no va de darme o darte explicaciones. Va de tomar consciencia de que la mera expresión «mi equipo es una mierda» te está limitando que puedas desarrollar a tu equipo, te limita a que veas opciones positivas, te ciega a ver que quizás el problema eres tú.
¿Lo entiendes?
¿Cómo se elimina la mierda?
He pisado muchas mierdas. Mierdas de vedad, me refiero.
Las mierdas huelen que te mueres, impregnan toda la suela del zapato y no son fáciles de limpiar.
Para limpiarlas, generalmente me ha tocado quitarme el zapato y limpiar a consciencia. No vale con una limpieza superficial. Porque la peste sigue allí.
Además, mucho cuidado con pisar una mierda, no limpiarla y subirte al coche, por ejemplo. O pisar en la alfombra de tu habitación.
Creo que te haces una idea, ¿verdad? La mierda tiene la cualidad de convertir en mierda todo lo que toca.
Hay que frotar
Pues sí. Te toca frotar. Pero no a tu equipo. Te toca frotarte tú. Limpiarte con estropajo y jabón. Con fruición y garbo. Con consciencia.
Para limpiar bien la mierda, una vez crees que has limpiado, tienes que observar bien, de nuevo, toda la superficie. Enjuagar y volver a limpiar. Y volver a enjuagar.
«Vale, entiendo lo del zapato, pero ¿cómo me limpio yo?».
Pues imagina que la mierda, en lugar de en tu zapato está en tus pensamientos. ¿Cómo se limpian los pensamientos? Difícil, ¿verdad?
Pues la mejor forma -que no sencilla- es con pensamientos nuevos. Con creencias nuevas.
Aquí te lanzo algunas preguntas limpiadoras de mierda:
- ¿Cómo puedo contribuir a que mi equipo vaya en la dirección que quiero?
- ¿Qué tiempo dedico a mi equipo para atender sus necesidades?
- ¿Conozco las fortalezas de cada una de las personas de mi equipo?
- ¿Cuándo fue la última vez que les di un feedback productivo?
- ¿Qué aspectos puedo destacar como fortalezas de mi equipo?
- ¿Qué decisiones he tomado que han contribuido a confundir a mi equipo?
- ¿Cómo creo que ellos me valorarían como líder?
- ¿Cómo reacciono ante los errores?
- ¿Trabajaría para un jefe como yo?
Estas preguntas no son las únicas preguntas. Son algunas que te pueden ayudar a que limpies tus pensamientos mierdosos por pensamientos limpios.
Cambiar de gafas muchas veces nos ofrece más claridad. A veces, cuando vamos perdiendo vista, suele ocurrir que nos tenemos que acercar demasiado a las cosas perdiendo perspectiva. Cuando nos regulamos los cristales podemos, de nuevo, tomar la distancia adecuada para ver con mayor claridad.
Los equipos suelen reflejar al líder
De verdad lo creo.
Cuando observes un equipo que alcanza sus objetivos, observa al líder. Cuando observes un equipo que vive en el conflicto, observa a su líder. Cuando un equipo vive en la queja, observa a su líder. Cuando en un equipo impera la desconfianza, observa a su líder. Cuando un equipo no resuelve, observa a su líder.
Por tanto, en mi opinión por mi experiencia, aciertos y aprendizajes lo que veo en los equipos me habla de sus líderes.
¿Qué equipo quieres?
Si quieres un equipo que dependa de ti, ofréceles siempre la solución. No les invites a pensar. Así siempre te sentirás imprescindible. Pero luego no te quejes cuando te necesiten para que les resuelvas constantemente.
Si quieres un equipo que se implique, que se comprometa, que resuelva y que supere los objetivos marcados, no basta sólo con decirlo. Tienes que cultivar esa atmósfera y actuar con ellos de la forma adecuada para que se produzcan esos resultados.
Y eso conlleva un trabajo pleno de honestidad, vulnerabilidad, escucha, feedback constante, reconocimiento, búsqueda de la excelencia, mejora continua, gratitud, compromiso, gestión e inteligencia emocional, gestión del ego y foco.
Y ahí está el reto. En identificar que tienes que desaprender para que permitas que brille tu equipo y no sólo tú.
Muy acertada la publicación. Tenemos que revisarnos nosotros primero.
Cheers!